domingo, 30 de mayo de 2010

3. Recepción




El policía le miró con resignación y suspiró:

-Mira, es cierto que mi trabajo es contarte lo que te estoy contando. Es mi deber y lo hago, pero no he tenido un buen día y me importa un carajo si lo entiendes o no. Tengo que explicártelo hoy y responder a tus preguntas mañana, pero si no lo entiendes o no quieres entenderlo... bueno, serías el primero que lo asimila tan pronto.

-¿Podría hacerle una última pregunta?

El policía adoptó un gesto paternal y habló como se le habla a un niño pequeño:

-Mañana es el turno de preguntas. Ahora debes descansar.

Por supuesto no descansó en absoluto. La habitación que le asignaron parecía la de un hotel: limpia, adecuada e impersonal. Cuando por la mañana sonó el teléfono y una voz le indicó que disponía de media hora para arreglarse, aún daban vueltas en su cabeza las palabras del policía. Y seguían dando vueltas cuando al final del pasillo por el que le condujo una amable pero silenciosa señorita (¿azafata?) cruzó una puerta y entró en una sala distinta a la de la noche anterior. El policía ya estaba allí y no se levantó cuando entró. Tampoco le dio los buenos días. Se limitó a empezar a hablar:

-Las reglas dicen que hoy es el turno de preguntas. De qué será el turno mañana puede ser una de las preguntas si así lo deseas. Por qué las reglas son las que son es algo que sabrás si necesitas realmente saberlo. Puedes hacerme diez preguntas a las que contestaré sinceramente. Las preguntas deben ser concretas, y yo soy quien decidirá si lo son o no. Puedes comenzar.

La verdad, todo parecía cada vez más complicado. Aquel tipo había conseguido que ni siquiera supiese qué quería preguntar. De repente, se escuchó decir a sí mismo:

-¿Es usted policía?

El policía respondió sin dudar:

-Agente del Cuerpo Especial de Seguridad número nueve, en nuestro argot el CES-9 (pronunció incluso el guión). Sí, soy policía. Y como tal detengo a los malos y vigilo a los buenos para que sigan siéndolo.

No sabía muy bien por qué había sido esa la pregunta que había hecho pero la extensión de las respuestas prometía.

-¿Por qué estoy detenido?

-No estás detenido.

Bien, parecía que cada pregunta tendría una respuesta diferente en longitud y detalle. Mejor olvidarlo y empezar a atar cabos. Un policía, en vez de interrogarle, le dejaba que le hiciera diez preguntas. Parecía lógico que fuera la que fuera su situación no era la de un detenido. Su razonamiento cambió de objeto por un instante: ¿había aparecido en una celda la noche antes, le habían enviado a dormir a un hotel después de una explicación alucinante y él se sometía a las reglas del juego sin más?

-¿Qué pasará si me levanto y me voy?

-No puedes levantarte.

Y una mierda, pensó, pero inmediatamente se dio cuenta de que parecía soldado a la silla. No, no era eso, ni siquiera podía mover un músculo. Al menos del cuello para abajo. Estuvo a punto de preguntar qué le habían hecho, pero recordó que mañana sería el turno de otra cosa:

-¿De qué será el turno mañana?

-Lo que ocurra mañana dependerá de lo que preguntes hoy.- Y tras unos segundos en los que parecía haberse acabado la respuesta, continuó: -Lo importante no es lo que descubras con tus preguntas, sino cómo preguntes lo que deseas descubrir.

Ya no podía más. No sabía dónde estaba, no sabía cómo había llegado, no sabía qué iba a ocurrirle, no podía moverse. Si su cuerpo le hubiera respondido, se habría refugiado en un rincón y se habría echado a llorar como un niño. Por Dios, si ni siquiera sabía dónde estaba.

-¿Dónde estoy? –preguntó, y añadió para dejar claro el objeto de su pregunta: -Quiero decir en qué país, en qué ciudad, no me importa si esto es una cárcel o un hotel, quiero saber en qué lugar del mundo me encuentro.

El policía le miró unos segundos sin decir nada. Luego una sombra de sonrisa se dibujó en su rostro y contesto:

-Quinta pregunta. Eres un chico listo y te adaptas con facilidad. No es que seas un genio pero tu inteligencia se combina con un autocontrol suficiente y eres capaz de pensar en situaciones límite. Quinta de diez, que según Chaismun y traducido a tu lenguaje es un notable en su Prueba de Adaptación y Sociabilidad a Medios Moderadamente Hostiles. Enhorabuena.
El policía sacó un paquete pequeño de uno de sus bolsillos, presionó un extremo y una bola del tamaño de una canica cayó en la palma de su mano. Se la llevó a la boca y la colocó bajo el labio superior, formando un bulto desagradable a la vista.

-No he olvidado tu pregunta –continuó.- Pero voy a comenzar por decirte lo que no quieres saber, o dices que no quieres saber. Esto no es ni un hotel ni una cárcel, es el Centro de Recepción de Visitas. Y la visita eres tú.



4 comentarios:

  1. ¡qué hxxx de pxxx!
    Lo siento, pero es lo que pronuncié al leer la respuesta del poli. No me atrevo a realizar ninguna pregunta por temor a la respuesta.

    nltc

    pd: fue como subirme a una noria

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  2. Argh! Me ha dejado clavada a la silla y con ojos expectantes. ¡Gracias! Por cierto (aunque no viene a cuento) imaginé al policía con la cara de Christopher Walken.
    Me encantan las historias inquietantes y retorcidas.
    No sé si hace falta decirlo pero lo anterior era un piropo.
    Un saludo,

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  3. Ya que parece que tengo algún que otro lector constante, quiero hacer una aclaración: La Casa del Lago no es un contenedor de historias, es una sóla historia y todo lo que está siendo publicado acabará encajando con más o menos fortuna.

    Mañana más

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  4. Ops, gracias por la aclaración. Pero lo cierto es que desde el principio supuse que habría que esperar a que las piezas formaran, en su momento, el puzzle. Lo cual no es óbice para que espere con prisa el siguiente texto. Pero no se sienta presionado, por favor, por mi comentario. Lamentaría mucho incomodarle. Que fluya...
    Un saludo,

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