domingo, 2 de mayo de 2010

1. Culpable



Durante la primera media hora sintió que los grilletes que sujetaban sus muñecas a la silla ejercían progresivamente más presión. Fue consciente cada instante de cómo laceraban su carne y supuso que algún mecanismo diabólico estrechaba el diámetro de las anillas lentamente, aumentando un dolor que le impedía pensar en cualquier otra cosa. La lógica llevaba un minuto pugnando por imponerse, diciéndole que aquello no era posible, que en tal caso sus muñecas ya habrían cedido a la presión, cuando escuchó un crujido escalofriante. En décimas de segundo entendió que el acero había destrozado los huesos de su muñeca derecha, un dolor indescriptible le subió hasta el hombro y gritó. Gritó como no lo había hecho nunca buscando un consuelo que no llegó. Inmediatamente, comprendió que su muñeca izquierda no aguantaría mucho más y la espera le martirizó.

En aquel momento las luces de la sala se encendieron y se sintió aliviado; la tortura terminaba o al menos habría una pausa. Lloró, se relajó mínimamente bajo el latido opresivo de su brazo derecho y entonces su muñeca izquierda reventó.

Perdió el conocimiento.

Cuando despertó se encontraba de nuevo a oscuras. Buscó el dolor en sus muñecas pero no lo encontró, aunque los grilletes aún le mantenían firmemente sujeto al sillón.

Se encendió la luz de la sala y pudo ver frente a él a una persona ataviada con una túnica negra. Giró la cabeza y supo que se encontraba en el centro de una habitación circular de gran tamaño. Sólo estaban él y la persona vestida de negro.

El juez habló.

-El dolor es real, pero la tortura está en tu cabeza –le dijo.- Somos un pueblo civilizado y jamás te haríamos daño. Aún así debes sufrir, debes redimirte, debes entender tu error y tu fracaso. El dolor es real y el dolor te redime. Debes sufrir, pero no podemos hacerte daño. Sólo el sufrimiento te ayudará a entender.

-Ponte de pie –le dijo.

Sin comprender, miró sus brazos sujetos a la silla para descubrir que ya no había grilletes. Apoyó las manos en los brazos del sillón y se levantó.

Un voz ligeramente metálica llenó entonces la sala:

-Identificación del reo –dijo la voz.
-Dos cero cinco uno –respondió el juez.
-Acusación –preguntó la voz.
-No acudir a la Casa del Lago.
-Veredicto.
-Culpable.
-Sentencia.
-Conversión.

3 comentarios:

  1. Tengo curiosidad por sabe qué es y qué tiene la casa del lago.

    no lo tengo claro

    Ah, vengo de aquí http://estrachasdelocelote.blogspot.com/

    ¿eres el mismo?

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  2. Prionodonte, cuídame a este/a lector/a. Es de los pocos que nos visitan.

    Un saludo

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  3. no lo tengo claro, comparto contigo la curiosidad sobre la casa de marras, pero confío en que en cualquier momento los cuatro o cinco personajes que tengo perfilados cobren vida propia y nos cuenten su historia.

    Yo también leo a Ocelote desde hace algún tiempo. Me parece muy recomendable.

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